lunes, 17 de junio de 2013

HIPOTESIS de una ESPERA

Fotos: Juan Echeverria / Texto: Belen Alvaro

La espera maltrata sus cuerpos, en ese segundo que llega congelado y sin abrigo. Cuando detenidos en un instante que viene interminable, sienten que no están completos y les sorprende escuchar su respiración, o cualquier palabra.



No pasó nada, o al menos, no pasó lo que aguardaban, por eso siguen donde están, en ese espacio vacío al que no entra ningún olor reconocible, delante del reloj en huelga contra la tiranía del tiempo, sintiéndose una habitación reservada sin huéspedes que lleguen a ocuparla. 




Desde la bruma de los pensamientos, comienzan la observación pausada del entorno. Dan vueltas a un mecanismo que funciona con descargas de silencio, como quien mueve la cucharilla de un café que sabe de sobra frío. Con un simple gesto que no dura, agitan los pies, por el gusto simple de sentir, la calma llegar de nuevo.



Son la mujer que confirma en su vientre la espera, también largas noches y desvelos; el mensaje que alimenta el mito de una respuesta, la cuenta de correo siempre anhelante y abierta; las ganas de colgarse del teléfono, de alcanzar el borde del lago y corregir el error y sentirse llenos. Son la necesidad delirante de plantarse en su casa, de doblar la esquina del huraño futuro y encontrar lo que buscaban.



Y sin embargo, un cambio de luz o de viento basta. Entran de nuevo en el mundo que vibra de forma rápida, las facturas del banco, la ropa sin tender, el coche que no arranca, los niños que esperan en la puerta del colegio su llegada, las canas cada vez más, y no son grises, son blancas; el zumbido de un ordenador que no calla, el reproche ofensivo en una garganta.



Pero sin previo aviso, ni toque de llamada, se velará de nuevo su mirada.


2 comentarios:

  1. Es genial géneros con nosotros, me gusta mucho vuestro trabajo

    ResponderEliminar
  2. Esa foto con el sillón vacio en medio del bosque superior...

    ResponderEliminar