martes, 25 de junio de 2013

PhotoEncuentros con JESUS Rodolfo. El VIOLISTA.

Fotos: Juan Echeverria / Texto: Belen Alvaro

PHOTORELATOS presenta el primero de nuestros PHOTOENCUENTROS.
Teníamos que inaugurar esta sección con Jesús Rodolfo, no podía ser de otra forma. Espero que entiendan el por qué al terminar de ver y leer.
 
JESÚS Rodolfo. El VIOLISTA.
 


Siento la energía del músico, mucho antes de que su expresivo rostro se coloque frente a la grabadora y
rezume entonces a borbotones su derroche de genialidad y arte. Nos citamos en una librería japonesa de Manhattan. Entre el Lincoln Center y la Escuela de Música Mannes gira la vida neoyorquina del músico español, quien con 26 años, es ya considerado un virtuoso de la viola. Su sonrisa emana una vitalidad curtida y contagiosa. En la intensidad de su discurso asoma un magnifico conocedor del lenguaje de la música y sus misterios. Responde con la serenidad de un maestro y decora a voluntad una conversación amenizada con capuchino en leche de soja y té verde. El café es suyo, el gusto es mío.

P: ¿Qué hace a un músico?


E: Creo que el músico nace, porque hay algo único, que es lo que te hace sentir quiero hacer música, hacer a otras personas sentir algo especial, despertar sentimientos que no se despiertan por medio de la palabra… Creo que el talento es algo con lo que uno nace, después, la técnica, que es la mecánica, uno la va adquiriendo con el trabajo, durante los años de estudio y la experiencia de interpretar, poco a poco, frente al público.

P: ¿Por qué la viola?


E: Empecé a estudiar piano cuando tenía cuatro años, y violín cuando tenía siete. Me resultaba muy curioso el por qué la viola era un instrumento que estaba tan desprestigiado y había tan poco repertorio, pero, a la vez, tiene ese sonido tan especial, tan oscuro, tan sensual, y un poco misterioso… Cuando tenía 14 años, decidí cambiar a la viola y seguir con el piano paralelamente. Decidí que la viola es el mejor instrumento que puede definir mi espíritu, como veo la música y el arte…. por estas cualidades de oscuridad, de misterio, quizás de sombra, proyecta mejor lo que entiendo como música y arte.

P: ¿Cómo te sientes en el escenario?


E: Genial… me encantan los diez minutos antes de entrar. Esta adrenalina que es sentir como quedan diez minutos, quedan tres minutos, y te llaman: ¡Treinta segundos! ¡Es increíble! Y después, es como entrar y estar en casa, es cuando realmente me siento yo más yo, es cuando la esencia de mí mismo está presente, es cuando me siento más cómodo, cuando me siento más guapo, cuando me siento más libre, cuando me siento más intenso, cuando me siento más puro, más verdadero, cuando me siento yo mismo al cien por cien. Es lo mejor.

 


P: ¿Que músico te describe?

E: Obviamente, Bach me parece que es la esencia de la música, es la esencia de toda la música escrita a partir de él mismo. Bach es lo más difícil que me puede tocar interpretar. Es la pureza en esencia, es la belleza en esencia, es la precisión, la exactitud. Después, Mozart. Me siento muy identificado con él porque era joven, muy multifacético, tocaba la viola muchísimo, quizás también por ese carácter fresco, de esperanza continua, de no hay ningún tipo de dificultad, siempre está la música.
Y en relación con mi instrumento, me identifico con todo el repertorio británico de William Walton, Arnold Bax, Rebecca Clarke, York Bowen y Benjamin Britten, porque tienen una escritura muy concreta y especial para la viola como instrumento. Pero, el compositor por excelencia en el siglo XX para viola es Hindemith, y es con quien tengo relación constante, toco muchísimas obras suyas.

P: ¿Cómo lidias en el escenario con las emociones?


E: Es muy difícil. Lo primero que un músico tiene que proyectar es lo que el compositor intentó plasmar con notas, con dinámicas y con diferentes tipos de escritura en la partitura. Plasmar lo que el compositor quiere y lo que el intérprete entiende, y a partir de ahí, ofrecer la interpretación final. En lo técnico, debes interpretar una obra con absolutamente todo lo que el compositor escribe en la partitura. En el momento que eso está perfecto, el pequeño margen que queda en la interpretación es lo que el intérprete siente, lo que la música le hace sentir. Cuando alcanzas ese nivel alto de seguridad y firmeza técnica, de solidez, cuando no hay ningún problema técnico, mecánico, interpretativo, quizás es cuando la mente rompe y empieza una etapa muy creativa.
Si el espectador realmente siente lo que tú quieres expresar en la música, es cuando el trabajo está bien hecho. Pero existe siempre esa batalla constante entre compositor e intérprete y, en último término, con la audiencia o el público.

P: ¿Qué es esa belleza de la que siempre hablas?


E: Para mí, la belleza es la esencia de todo, es la esencia del arte, es la esencia de la vida. Creo que todo es belleza. Llover es bello, una persona andando con su pareja, es bello, el cielo es bello… Todo tiene un punto de belleza, y creo que es lo que, en mi caso, me hace moverme y creer que tanto belleza como amor van juntos. Y el arte es intentar reflejar la belleza de una manera u otra. En el caso de la música, reflejar belleza a través de las notas, de los sonidos… Está esa unión o fusión entre la vida y la belleza, y el arte, en este caso. La belleza, al fin y al cabo, es como la meta final que todo el mundo intenta alcanzar de una manera u otra.


P: ¿Por qué Estados Unidos, Nueva York?
 

E: En este país, he encontrado un profesor que me ha enseñado a trabajar constantemente, a tener tesón, a tener disciplina. Al mismo tiempo, el hecho de estar aquí me ha enseñado a ser fiel a mis principios, ser fiel a la música, a lo que quiero, a lo que busco, a mi meta. Quizás, este país me haya abierto los ojos a cómo enfocar mi carrera. Los músicos tenemos que entender que hay que hacer algo nuevo, estamos en el siglo XXI.

P: ¿Qué es lo nuevo que viene?


E: Estamos en un momento, en el que todas las artes convergen. Si hablamos del Lincoln Center de Nueva York, muestra arte en el más puro sentido, danza, ópera, teatro, moda, conciertos, música inédita, todo tiene lugar en un mismo sitio. Quizás, es el ejemplo a seguir para un músico, que tiene que traer algo nuevo, tiene que traer tanto el repertorio normal, estándar, como el repertorio contemporáneo, como las obras a estrenar nuevas, incluso la visión del instrumento de otra manera. 

P: ¿Cómo ves hoy la relación entre el público y la música clásica?


E: Creo que es muy importante acercarse a un público más general, y por ello, fundamental este nuevo aire fresco de la interpretación de la música en el sentido contemporáneo. En Europa, con la herencia de lo antiguo, estamos un poco anulados en las ideas prefijadas. En EEUU, todos estos protocolos, estas barreras, se rompen. Hay que vender un producto o hay que intentar traer la música a un público de todo tipo, no solamente a un público elitista o a un público que puede pagar sus entradas para ir a la ópera, un ballet o un concierto. 
 


P: ¿Tocarías en África, en la India?

E: ¡Me encantaría! Les debemos muchísimo a este tipo de culturas. Hace poco estaba estudiando el concierto de Ravel en sol mayor, y veía toda esta influencia en el impresionismo francés, de Oriente y de África, en cuanto a ritmos, en cuanto a melodías y modos. Hay una parte en el primer movimiento que realmente son ritmos de tambores africanos. En África, obviamente, los ritmos son increíbles, y en la India, los modos son únicos. Creo que sería increíble.

P: ¿Qué implica esta crisis para un músico?


E: Obviamente, el mundo está pasando una crisis tremenda, erosionante, pero la creación está ahí, y la creación va a estar siempre. De hecho, en momentos realmente de crisis personal, de crisis profesional, quizás es cuando uno crea más y se sea más fructífero a unos niveles u otros.… El arte no tiene precio, y el arte no tiene ningún tipo de barrera. Quiero decir, no por cobrar más dinero vas a crear mejor, o no por tener menos dinero vas a crear peor, o vas a crear menos. 

P: ¿Cuál es tu recompensa como músico?


E: Me encanta ser capaz de despertar emociones en otra persona, ver que alguien siente lo que tú quieres hacer sentir… eso es la mejor recompensa que puedo tener como músico.

P: ¿Qué te frustra?


E: Me frustra que no se aprecie la belleza en sí misma, ver que un músico que tenga un fallo en un concierto, eso también es bello; no simplemente el hecho de tocar notas como un robot o como un ordenador, sino entender como el intérprete ofrece algo nuevo a través de un instrumento.



P: ¿Cuándo te sientes vulnerable?

E: ¡Siempre! … Todo es enorme, es como un tsunami que viene en contra tuya y lo tienes que parar. Yo siempre digo que uno tiene que ser dios en el escenario cuando toca, y tiene que ofrecer lo mejor, pero cuando se baja del escenario, es una persona normal… Y es muy difícil jugar con esto. Esto es lo que realmente me hace ser vulnerable, este tipo de cambios, de inestabilidad.
Creo que en esta vida existe la suerte, pero hay dos tipos de suerte: hay buena, que siempre es buena y hay mala, que puede ser buena. Algo malo siempre puede traer algo bueno… Nunca considero que haya perdido un concurso, siempre he ganado algo, una experiencia, he aprendido algo. Lo que frustra es que haya gente que piense que si no ganas una cantidad económica o un prestigio, pierdes. Eso es tremendamente ignorante.

P: ¿Es el músico un eterno estudiante?


E: Sin duda. Creo que no hay nada en lo que no se sea un eterno estudiante. Si una persona tiene una pasión por algo, va a estar siempre estudiando o se sentirá siempre enamorada de ese algo. Un músico tiene que estar estudiando, repasando, ensayando obras nuevas, exponiéndose, examinándose constantemente. Cada concierto es un examen. Ser músico es un poco una hipoteca de por vida, suena fatal, mejor decir, es un placer que dura toda la vida, un placer eterno.

P: ¿Quiénes han sido y son tus maestros en la música y en la vida?


E: Mi primer profesor, Rekucki, fue muy importante, fue el que me trajo todo, por decirlo de alguna manera, la pasión por la música y la viola. Él era polaco, y me dio clases en Oviedo durante trece años. Mi segundo profesor, Jesse Levine, profesor de la Universidad de Yale, me abrió la mente a este nuevo enfoque que tengo de la música. Y respecto a la viola, mi último profesor, es como mi padre, Paul Neubauer. Realmente, a ellos tres, les debo todo.

En lo personal, hay una persona que es la única que realmente confió en mí desde el principio, que me aceptó tal como soy, que siempre está orgullosa de mí, es mi abuela Florina. Y, de alguna manera, siempre siento que está conmigo. Recuerdo también un amigo muy importante que se llama, Manuel Cabo, que es pianista y que siempre es un ejemplo a seguir, siempre me ha apoyado.
Y en el presente, viviendo en Nueva York, puedes encontrar maestros e influencias en cada calle.


 
Su web oficial: www.jesusrodolfo.com
En España, el 13 de diciembre de 2013 en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario